¡No interese, interésese!

El interés es un fenómeno curioso. Pero si lo estudia, encontrará que es mucho más importante que usted proyecte su interés hacia afuera, a que intente ser interesante a los demás. Pero ciertamente esto no puede aplicar a TODAS las situaciones…

¿O sí?

Primero le explicaremos a qué nos referimos con “interesar” e “interesarse” en este contexto. Como mencionamos antes, esto es una cuestión de la “dirección” en la que va su interés. Usted puede intentar “interesar” a los demás, en otras palabras, esforzarse por ser “interesante”. Puede que lo logre en algunas situaciones, pero a menudo las personas se darán cuenta de lo que está intentando, o subconcientemente no quedarán con una buena sensación después de su conversación.

Por el otro lado, usted puede interesarse en la persona que está al otro lado de la conversación. Si su interés es genuino, en otras palabras, si usted de verdad quiere saber más de la otra persona, y si verdaderamente le presta atención, producirá un efecto mucho mejor en la otra persona que si intenta presumir y centrar la atención en usted.

Ahora, teniendo claro a qué nos referimos, veamos en qué situaciones esto aplica:

¿Cuándo interesarse, y cuándo ser interesante?

Evidentemente queda claro que tiene un mucho mejor efecto que usted se interese en la persona con la que está hablando, a que intente ser interesante para ella. Pero esto no significa que no haya un lugar y un momento para ser interesante.

Primero tomemos una situación en ventas. Hay algo que suele suceder con los vendedores poco experimentados. Imagínese que usted está en una cita comercial. Usted se presenta, y comienza a hablar de sus productos, de lo fantásticos que son, de sus precios, y así pasa por todo el catálogo sin dejar casi hablar a su cliente.

En esta situación, usted está dejándole la venta al destino. Está confiando en que su cliente sabe lo que necesita, porqué, y que eso que necesita sea exactamente lo que usted ofrece.

Ciertamente algunas ventas se cierran de esta manera. Pero es muy fácil perder el interés de su cliente, o empezar a aburrirlo. Y ciertamente faltará algo. Algo difícil de describir, pero que evitará que el cliente salga contento de la cita casi a toda costa si está ausente.

Después tenemos la siguiente situación

Usted se interesa mucho por su cliente, así que le pregunta acerca de su empresa, sus problemas, lo que necesita, etc… Y usted en ningún momento vende nada. Si usted no es un vendedor, puede que piense que después de media hora, su cita terminará, usted se irá, y su cliente no sabrá ni siquiera qué es lo que usted vende. Así que usted no vende nada.

Sin embargo esto no sucede a menos de que el vendedor realmente venga con la intención de no vender nada. Si usted es un vendedor experimentado, puede que conozca la situación. Llegará un punto en el que la otra persona sentirá interés por usted, e inevitablemente le preguntará qué vende. Usted, sin intentar ser interesante en ningún momento, se volverá interesante naturalmente. Podrá explicar su producto, y como usted conoce la situación de su cliente, puede decirle qué productos le convienen más, cuáles menos, y porqué. Su cliente verá en usted un aliado. Y venderá sin problema.

Este principio se puede aplicar a cualquier situación. Aunque no alcanzamos a explicarlas todas, podrá imaginarse cómo funcionan.

Si usted se interesa, se volverá interesante ante cualquier persona (siempre que la otra persona no tenga un ego demasiado hinchado). Está bien preocuparse por su imagen y por dar buena impresión. Pero no es necesario intentar ser “interesante” en la mayoría de los casos.

El interés del otro lado vendrá, si usted da su interés primero. Es un principio muy funcional.

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